Es octubre de 2022. Una nueva alerta llega a Paoyhan, una comunidad indígena asentada en el distrito Padre Márquez, departamento de Loreto, al norte de la Amazonía peruana. Alrededor de 30 personas acaban de entrar a la comunidad a deforestar. De inmediato, una brigada de vigilancia se prepara para realizar un operativo comunal sin autoridades estatales.
Esta es una escena habitual para los cerca de 1.800 habitantes de Paoyhan, pertenecientes al pueblo originario shipibo-konibo, uno de los más numerosos de la Amazonía peruana. Desde 1976, esta comunidad administra alrededor de 28.000 hectáreas de bosques donde existen árboles semilleros que hacen posible la propagación de especies en peligro de extinción, como la caoba y el cedro.
Desde hace algún tiempo, esta y otras comunidades indígenas de Padre Márquez han debido organizarse para hacer frente a incursiones de narcotraficantes, quienes buscan tierras para sembrar hoja de coca. Pero, sobre todo, para enfrentar una posible invasión de los menonitas, un grupo religioso asociado a la actividad agrícola cuya presencia en la Amazonía se viene rastreando desde 2017.
Estas amenazas comunitarias y personales llevaron a que Paoyhan se declarase en estado de emergencia y alerta máxima a fines de marzo de 2022. En la declaratoria, sus miembros exigieron al Estado peruano garantizar la seguridad jurídica del territorio y proteger a los líderes que “viven bajo amenazas y hostigamientos”.
César Panduro, líder de los shipibo-konibo, asegura que “si hay invasores, todo el pueblo tiene que salir a defender el territorio”. Sin embargo, David Ruiz Urquía, presidente de la Federación de Comunidades Indígenas del Distrito Padre Márquez (FECIDPAM), no olvida el peligro que implica para sus pobladores hacer esto solos. “Con los operativos hemos logrado paralizar de alguna manera (estas invasiones), pero queremos exponer menos a nuestros líderes”, dice. El propio Ruiz ha tenido que solicitar garantías personales para su vida.
Hasta el momento, hay reportes de cuatro asentamientos menonitas ubicados en el departamento de Loreto. El último de ellos, descubierto el año pasado, se encuentra justamente en el distrito de Padre Márquez. El desbosque alrededor de estos cuatro asentamientos ya supera las 4.000 hectáreas, según el Monitoring of the Andean Amazon Project (MAAP). Esto convierte a los menonitas en la principal causa de deforestación a gran escala en el Perú.
“Al ver las colonias en países vecinos, sobre todo Bolivia, donde están los grupos más grandes de menonitas, 4.000 hectáreas es nada”, advierte Sidney Novoa, investigador de Conservación Amazónica que participa en dicho monitoreo. “Allá tienen áreas gigantes y tanto poder que construyen infraestructuras de conectividad para sacar sus productos, principalmente la soya”.
En efecto, según la investigadora del Instituto del Bien Común, Sandra Ríos, este grupo ha introducido en Loreto la agricultura mecanizada, una forma de producción poco común hasta entonces en la selva peruana. “Es un gran riesgo porque cuando se comienza a tener estas facilidades tecnológicas, otros grupos pueden replicarlas y ahí es donde se da una deforestación de forma mucho más acelerada”.
En noviembre de 2020, las autoridades sorprendieron a cuatro menonitas con maquinarias pesadas talando el bosque primario de Pedro Márquez. Desde 2021, ProPurús, asociación que lleva más de una década de trabajo con pueblos indígenas, monitorea la expansión de esta colonia, que se divide en tres sectores agrícolas.
“El 4 de julio del 2021 no había parcelas, solo eran líneas de caminos de unos 33 kilómetros de longitud”, explica Carla Limas, especialista de ProPurús. “Pero diez días después pudimos ver los primeros ejes agrícolas muy característicos de los menonitas, que conectan por caminos”.
Ese año, la nueva colonia desbocó con rapidez 421 hectáreas, según el MAAP. Y en 2022 siguió avanzando con una carretera en forma de “L” que cruza 157 metros de los límites de Paoyhan, según imágenes satelitales. “La colonia menonita no tiene fronteras, van a seguir avanzando y advertimos a todas las comunidades a unirnos para poder poner freno a esta situación”, señaló en un video David Ruiz, presidente de la FECIDPAM.
En respuesta, los dirigentes de Paoyhan se acercaron a dialogar con los menonitas. Tratar de resolver los conflictos de forma pacífica es algo que la brigada de vigilancia suele hacer en sus operativos, inclusive cuando encuentra a intrusos dentro de su territorio. “Nos dijeron que no están invadiendo, que respetan nuestro territorio comunal”, dice Panduro.
En efecto, según una imagen satelital de ProPurús, para fines de 2022 la carretera no había avanzado más, pero los menonitas sí han abierto nuevas parcelas agrícolas dentro de su territorio. De hecho, un reporte del MAAP confirma que los menonitas deforestaron más de 90 hectáreas de bosque primario entre agosto y septiembre de 2022.
Sobre los menonitas en Perú ya pesan cinco denuncias en todas sus colonias, incluso desde la Procuraduría del Ministerio del Ambiente. En el caso de Padre Márquez, se contempla el delito contra los bosques o formaciones boscosas en forma agravada. La Fiscalía Especializada en Materia Ambiental de Ucayali ya realiza investigaciones al respecto.
“Las hectáreas deforestadas por los menonitas son un atentado contra el bosque”, manifestó el dirigente de la FECIDPAM. “Va a haber grandes efectos en la seguridad alimentaria de las comunidades al tener a su alrededor un bosque depredado”.
De acuerdo con los líderes indígenas, la deforestación en general en la zona ha generado que varias de las cochas donde pescan las comunidades de Padre Márquez se hayan secado, incluyendo dos de Paoyhan. Una tercera también está en riesgo debido al cambio climático. “Eso quiere decir que los próximos diez años Paoyhan va a carecer de pescado. Es tormentoso pensar en eso porque va a ser catastrófico para la Amazonía y para nosotros”.
En estos años, este territorio shipibo-konibo también ha sido testigo de cómo la fauna silvestre se ha visto afectada por la tala indiscriminada de narcotraficantes y menonitas. “Ya no es igual”, dice Panduro. “Los sonidos de las motosierras están haciendo correr a los animales”.
Aún así, los shipibo-konibo siguen realizando operativos y explorando otras iniciativas para proteger y conservar su bosque. “Queremos nuestro territorio. Y nadie debe entrar porque ese es nuestro mercado: de ahí comemos, de ahí tomamos. La población no va a permitir que haya invasores”.